El viejo problema de gestionar el encendido y temperatura de los aires acondicionados siempre ha venido condicionado por lo que podríamos llamar el problema de los dos individuos y la pistola: El que tiene la herramienta, es el que manda. En caso de que la tenga alguien, claro. Y tenga pilas. Y si hay solo un mando para varias unidades, aquello empieza a parecer más una batalla campal que otra cosa.
Hasta que unos industriosos orientales inventaron los frijoles negros.
Los frijoles negros son algo muy sencillo. Son un pequeño dispositivo que se conecta a nuestra red WiFi y tiene un puerto de infrarrojos, una aplicación para aprender lo que tiene que hacer y mandarle hacerlo, y posibilidad (si se quiere) de complicarse la vida con cosas como IFTTT o Home Assistant.
¿Qué se hace con un frijol negro?
Tal como sale de la caja, se enchufa a cualquier cargador, alimentador o puerto USB de ordenador, se conecta la aplicación para IOS o Android, y ya lo tenemos. ¿Qué tenemos? Un mando a distancia que puede usar todo el que tenga un móvil conectado a la misma red WiFi. Incluso, si se desea, se puede usar desde fuera de la oficina. También se pueden programar eventos, como apagar el aire acondicionado a la hora de salir (¿alguien ha intentado alguna vez hacerlo con el mando? La cosa se pone interesante cuando hay que mantener en hora otro reloj más)
Lo único que haría perfecto este pequeño invento, es que los aires acondicionados tuvieran la configuración óptima y lógica de temperatura, velocidad del ventilador, etcétera, y nadie la pudiera cambiar, ¿no es cierto?.
Bueno, ¿y qué lo impide?
Se coge el frijol, se programa para lo que queramos, y una vez hecho esto se hace desaparecer el mando. Ya está. ¿Qué hemos conseguido?
Resultados
- Hemos configurado nuestros aires a una temperatura razonable. Por cierto, razonable es 24 grados en verano, no 18, aunque en la calle haga mucho calor y precisamente porque en la calle hace mucho calor y no queremos que nos estalle la cabeza de un golpe de calor.
- Hemos dotado a todo el mundo, o a quien convenga, de la posibilidad de encender y apagar el aire cuando sea necesario sin buscar el remaldito mando ni quedarse embobados mirando para arriba como si esperasen una señal divina.
- Hemos conseguido, por fin, por primera vez en nosecuántos años, que el aire no se quede encendido por las noches.
Conclusión
En resumen, hemos mejorado la salud física y mental de nuestro espacio de trabajo y eliminado una fuente de conflictos. Y todo ello, por lo que cuestan los desayunobares de una semana.
Ya que van a dominar el mundo, al menos que nos lo pongan cómodo antes.
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